Las esperanzas y los retos de la Region de los Grandes Lagos + Simon NTAMWANA – Arzobispo de Gitega – Presidente Conferencia Episcopal de Burundi
Es muy grato para nosotros dar la bienvenida al Encuentro Africano del Forum Internacional de la Acción Católica, que se desarrolla en Bujumbura del 22 al 25 de agosto de 2.002.
La llegada de tantos amigos a nuestro país lacerado por una guerra fratricida, nos conforta y nos anima a la conversión a la fraternidad evangélica. Jesús, el Maestro en medio de nosotros, lo repite a todos: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,12). Después de habernos manifestado su amor, humilde tanto como para lavar los pies a cada uno de nosotros, insiste todavía “En esto conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis los unos a los otros” (Jn 13,35)
Vuestra visita significa mucho para el País y para la Iglesia de Burundi. Es una fuente de energía inigualable para los miembros de nuestros Movimientos de Acción Católica, especialmente representados aquí.
Se me ha pedido de ofreceros una amplia descripción de la situación que nuestros Mvtos. de AC están llamados a evangelizar y a santificar. Querría articular esta comunicación que he titulado “La fuerza del bien” (cf.Tes. 3,13) como sigue:
– La pedagogía activa provisional de Jesús en Lucas 14,28-32.
– Una Región con grandísimas capacidades.
– Nuestros retos.
– Análisis de la situación.
– Nuestro compromiso de cristianos, brazo derecho de los pastores.
– Conclusión: La invencible fuerza del bien.
Os anticipo que hablaré mucho de los países y poco de la Iglesia que está en nuestra Región.
I. La pedagogía activa provisional de Jesús
En San Lucas se lee el pasaje siguiente: “¿Quién de vosotros, queriendo construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y si tiene bastante para construirla? Para evitar que, si hecha los cimientos y no puede terminar el trabajo, los que lo vean se rían de él diciendo: Este ha empezado a construir pero no ha podido terminar el trabajo. O ¿qué rey, partiendo para la guerra contra otro rey, no se sienta primero a examinar si puede afrontar con diez mil hombres a quien viene a su encuentro con veinte mil? Si no, mientras el otro todavía está lejos, le manda una embajada para la paz” (Lc 14, 28-32).
Jesús se dirige a la gente que, llena de entusiasmo al escucharlo por primera vez, quieren seguirlo al primer contacto. El les pide que no se dejen llevar por el primer movimiento, por la primera palabra que puede ser dulce como la miel en la boca, y a continuación manifestar toda la amargura de las dificultades al vivirla o al anunciarla (cf.Ez 3, 1-3).La empresa de seguir a Jesús es notable; absorbe toda la persona; ¡No le ahorra nada! Jesús invita a la muchedumbre a medir la acción de seguirlo a la realidad de formar parte de sus discípulos. Conduce a cada persona que lo escucha a descubrir la realidad que le espera, más allá de entusiasmos muchas veces efímeros y por tanto poco significativos para la vida concreta. No solo estamos llamados a constatar nuestras realidades cotidianas que evangelizar, sino que debemos prever las energías, los métodos y las estrategias a usar para desarrollar el compromiso que nos espera.
Nuestro lugar está en el mundo: es ahí donde nos pone el Maestro, especialmente a los que, con sus ocupaciones en la vida social, están en inmediato contacto con el conjunto de los problemas de la sociedad: “Vosotros no sois del mundo” (Jn 17,16), aún estando en el mundo (Jn 17,11). Es indispensable que el cristiano respete esta colocación para intervenir mejor (cf AA 7).
Nuestra alma es el mismo Cristo. Él es el Maestro, el Modelo y la fuente de nuestra vida convertida en acción permanente en el mundo: “Es evidente que la fecundidad del apostolado de los laicos depende de su unión vital con Cristo” (AA 4).
Nuestro papel: ayudar a los demás ministros de la Iglesia como “cooperadores de la verdad” (3 Jn 8), en el desarrollo de la misión de la Iglesia “A todos los cristianos incumbe el espléndido compromiso de trabajar constantemente para dar a conocer y acoger el mensaje divino de salvación para todos los hombres de la tierra” (AA 3,3).
Es necesario insistir sobre la urgencia y el carácter indispensable de conocer bien el campo de nuestras acciones, teniendo en cuenta también la formación que las diócesis – o sea las Iglesias locales – pueden y deben asegurar a los laicos: conocimiento espiritual, conocimiento del misterio de la salvación, conocimiento del mundo actual (cf AA 29). Seguidamente vuelvo en especial sobre el conocimiento del mundo actual de la Región de los Grandes Lagos. Ciertamente, la mirada que dirijo sobre la Región quiere ser ambiciosa y no permite detalles de cada país. Por esto se limitará a trazos generales, ofreciendo, sin embargo, la posibilidad de entrever claramente acciones concretas.
II. La Región de los Grandes Lagos tiene enormes capacidades nacionales e internacionales
Las poblaciones humanas son numerosas. Los jóvenes tienen un crecimiento anual del 3%; generalmente activas especialmente en Burundi y en Rwanda donde la pequeñez de las tierras bajo la presión demográfica exige que las personas se comprometan más en las labores cotidianas; los valores de la vida, de la educación generalmente están bien valorados; se ama la vida, la infancia; se respeta al adulto, al sabio anciano; el ambiente en general es sano y la naturaleza generosa. La familia ocupa todavía un lugar relevante: la herencia ancestral, a un paso de desaparecer, parece huir hacia la modernidad que la lleva a ser cada vez más nuclear; los lazos familiares parecen recrearse a continuación de las inmensas dificultades que la crisis político – étnica de la Región ha traído.
II.1. La Nación
Conserva todavía una estructura sólida; el paso de la sociedad tradicional monárquica y patriarcal hacia la democracia se hace con mucho sufrimiento; los dos últimos decenios del siglo XX han conocido la crisis más grave de nuestra historia reciente; la agonía de la Nación ha resistido a la etnia que ha sido como una borrasca que desestabiliza las conciencias y los comportamientos; en vez de gozar de la diversidad que armoniza la unidad dinámica, hemos estado a punto de mal vender la Nación a la fragmentación egoísta bajo la bandera de la exclusión étnica. Los Obispos han hecho llamamientos sobre el valor de la etnia en sus mensajes de Nairobi en 1.997, titulado “Sois todos hermanos: cesad la guerra”.
La Nación debe salvaguardar sus instituciones con las que habrá atravesado los años dramáticos de la colonización. La aventura de la democratización no es una vía sin salida, si tenemos el coraje de comprender la importancia de la participación de los ciudadanos en su destino y en el futuro de su país. Las Iglesias han demostrado cuánto puede ser eficaz una sociedad así construida y cómo lleva a su desarrollo los diferentes componentes nacionales. Hemos salido de las dictaduras y de los Estados dirigidos por élites militares con las consecuencias que esto ha comportado.
Aunque los egoísmos económicos prometieran un futuro mejor, la solidaridad entre nuestros países había creado una red de relaciones en la CEPGL que permitían el desarrollo de los estratos activos de la sociedad. La mobilidad de las personas ofrecía oportunidades innegables de desarrollo económico y social.
II.2. La sociedad civil
Es esta una categoría sociológica bastante nueva; reagrupa asociaciones ciudadanas que se decantan hacia objetivos dirigidos al bienestar de la Nación, sin pasar por los partidos políticos. Estas asociaciones nacen particularmente numerosas en el momento de la democratización de nuestros Países; las primeras nacen desvinculadas de toda influencia de partidos políticos y de todo patrocinio de las etnias; las que nacieron en el fuego del enfrentamiento político – étnico no han escapado hasta el punto que la sociedad civil ha caído prisionera de la crisis actual, con la excepción de algunas asociaciones que han luchado duro por mantenerse alejadas ya sea de los partidos políticos como de la crisis etnocéntrica.
En el seno de la sociedad civil han nacido asociaciones especialmente comprometidas en la defensa de los derechos humanos, que pueden abrir cualquier camino válido para el desarrollo de los derechos fundamentales de las personas.
Los MAC habían sido hasta entonces las asociaciones más visibles de nuestros ambientes rurales; hoy es indispensable renovar profundamente la dinámica de nuestros movimientos y sus estrategias, de manera que puedan ser operativos y eficaces sobre el terreno. ¡Y porqué no, competitivos y también atractivos!
II.3. La cultura
La vitalidad de nuestra cultura es indiscutible; no están atrasadas, antes bien muy desarrolladas; son sanas porque son teocéntricas y al mismo tiempo antropocéntricas; no exaltan ni la muerte de Dios ni la del hombre, ya que una arrastra a la otra, afirma p. Bernard Sesboë en su libro “Creer”.
Estas culturas han gustado a muchos investigadores ya sea extranjeros como locales; actualmente las facultades universitarias de Europa, de América y de África desbordan de obras de calidad que describen desde diversos ángulos nuestras culturas y su contenido.
No escondo los límites de nuestras tradiciones; son como vacíos esperando incorporar las aportaciones de otras culturas; los mismos límites piden ayuda al Evangelio y la fe que a ello conduce, para ser colmados y acompañar a nuestros pueblos hacia un desarrollo mayor. Estos límites testifican la grandeza de nuestras culturas que esperan el encuentro enriquecedor con otros modos de vida, en tanto que ofrecen, a su vez, las percepciones cosmo – antropológicas que encierran.
II.4. La economía
Estamos considerados como los ultimísimos países en la escala de la riqueza y de la productividad mundial. Es un triste récord, pero nuestros pueblos nunca han pedido limosna en tiempo de paz y serenidad atmosférica; su honra ha sido siempre sostener sus familias; su voluntad producir todo lo que pueden; nuestros hombres y nuestras mujeres son el orgullo y la garantía de la supervivencia de nuestra Región; la capacidad de trabajo y la creatividad de los campesinos a menudo nos ha sorprendido.
La naturaleza es generosa; el clima favorable; los recursos naturales llenan de estupor en algunos puntos de nuestra Región.
Intentamos resistir el estrangulamiento de la globalización y queremos entrar en el nuevo sistema con las manos más llenas (más allá del 2% del comercio mundial actualmente reconocido para África); sobre todo no debemos evadirnos de la realidad, o recluirnos. Es indispensable estar presentes, siendo creativos y atractivos, más (nigra sum sed formosa! Pauper sum sed activus!-).
II.5. El arte
Los epítetos atribuidos a nuestro arte son a menudo tan injustos como aberrantes; nada de primitivo ni de naïf, el arte africano, el arte de nuestra Región reproduce en sus esperanzas y retos, nuestra complejidad y el misterio de la vida, de Dios y del mundo; no quiere satirizar; no quiere hacer el ridículo; el lado trágico de la vida está púdicamente expuesto a nuestra contemplación, sin denigrar la dignidad de la persona; las diferentes expresiones del arte parecen ponerse de acuerdo para liberarnos de la excentricidad artística que se detecta en muchos ambientes culturales de las sociedades más avanzadas.
Hemos esbozado muy superficialmente los aspectos luminosos, llenos de esperanza. Pasemos a los oscuros, quizá miserables.
III. Los retos de la Región de los Grandes Lagos
¡No cerremos los ojos! La esperanza puede estar ahí, pero también los retos, problemas enormes que pueden anular los puntos de referencia que hemos apuntado anteriormente.
III.1. La población
El problema demográfico. La demografía en nuestra Región es una prioridad que tenemos que afrontar con responsabilidad cristiana. Es urgente que nuestro legendario amor a la vida sea un amor responsable para no agravar la pobreza que se instala ineludiblemente en nuestros hogares. La vida humana que hemos sacrificado sobre el altar del poder político y económico debe quedar en su sitio de guía en el ascenso hacia el bienestar de todos. Los derechos fundamentales de las personas han dejado de tenerse en cuenta hasta el punto que han sido considerados por algunos como una moda que hay que olvidar y por los otros como sinónimo de conquista hegemónica que excluiría a los vencidos, a las minorías de la sociedad o a los más pobres económicamente.
– Se anuncian fenómenos de recesión y de crisis moral: el genocidio, la pedofilia, el afán desmedido de riqueza, el rechazo del perdón pedido y ofrecido, son signos sociales de una salud moral muy vulnerable.
– El AIDS ha sido descrito como una enfermedad económica. Para la Iglesia el AIDS es una enfermedad moral, de la que el narcisismo del condón no ayuda a salir. En efecto, el condón o el preservativo es un medio de uso múltiple, cuyas consecuencias no pueden más que confirmar a la persona en el placer egoísta y exclusivo.
III.2. La Nación
Sin sorpresas, pero con mucha angustia, la Nación ha caído en derivaciones étnicas peligrosas tras el fenómeno político de la democracia. Todas las iniciativas socio – políticas se han referido a la etnia: el partido político, la lucha por los derechos humanos, la economía. La libertad individual ha sido fácilmente confiscada por el grupo étnico: cada acción que no estaba en línea con el grupo ha sido sospechosa y condenada a la pena que frecuentemente ha sido la muerte, la exclusión o la sospecha permanente. El desarrollo se ha frenado, por el bienestar del país se sufre y se muere; el poder conquistado ha sido estrangulado por las interminables especulaciones de la economía de la guerra; nos defendemos, a menudo con la ley de la jungla, la del más fuerte; la crisis étnica que ha rozado el genocidio no ha llegado todavía al final del túnel, con destellos de venganza y de rechazo a la reconciliación nacional; es necesario reavivar el proyecto de la democratización, a pesar de las resistencias todavía palpables con referencia a la africanidad y a las tradiciones que habían equilibrado nuestra sociedad; se ha hablado frecuentemente del fracaso de la evangelización en la Región más católica y cristiana de África; ha habido momentos para interrogarse profundamente sobre las acciones de la Iglesia antes, durante y después de las crisis que han azotado la Región de los Grandes Lagos.
III.3. La sociedad civil
Ha realizado esfuerzos admirables; ha contribuido a despertar una nueva conciencia: aún fuera del partido político yo puedo contribuir a la formación de una sociedad más humana por más solidaria. Pero todavía se necesita sanar la misma sociedad civil, en la actualidad prisionera de los partidos políticos y de las influencias étnicas. Frente a frente con los Movimientos del Acción Católica que han generado numerosas élites políticas, económicas y militares, sin olvidar su aportación religiosa y espiritual, debemos inventar nuevos objetivos con estrategias nuevas, como dice la parábola que el vino nuevo necesita odres nuevos. ¿No será necesario localizar y organizar los Movimientos de AC para llevarlos al territorio, que asuman la estrategia de la acción y del testimonio inmediato, local, para que sean operativos allá donde viven? Es el objetivo de aplicarles la visión teológica del Concilio Vaticano II, que ve que el verdadero lugar en que viven los MAC en la Iglesia local, o sea en la diócesis.
III. 4. La cultura y el arte
Son fruto de los efectos que se producen generalmente en los países y me permito no insistir en este punto.
III. 5. La economía
Merece una atención especial. Estamos en plena mundialización; nuestros países se encaminan desprovistos, más empobrecidos por el neoliberalismo, que tiene una concepción salvaje de la organización económica donde el más débil desaparece sin ningún otro proceso. Nuestros países están entre los más pobres y el PIL está en descenso, menos de 150 dólares al año por persona. Vivimos bajo el umbral de la pobreza, fijada en un dólar diario de capacidad económica. La epidemia del AIDS nos debilita cada vez más y hace de nuestra Región el holocausto del siglo XXI, tras los genocidios perpetrados dentro de nuestros muros.
País de mil colinas, País de mil problemas, Región de los mil desafíos. En todos los niveles nos enfrentamos con retos inevitables. Es necesario que nos los carguemos con valor sobre nuestras espaldas de discípulos de Cristo. Nuestra fe debe actuar. Nuestra acción debe estar iluminada desde el Evangelio. Nuestra Región debe ser transformada por Cristo con nuestra ayuda.
IV. Intento de análisis
Nos encontramos ante un cuerpo enfermo. Los síntomas de la enfermedad sin embargo están claros: son las mismas células del cuerpo que llevan el mal; solo la acción externa no habría podido hacer vacilar el sistema soberano de nuestros países, si sus ciudadanos no hubieran entregado a la Nación. Pero la esperanza de curación es real y parte de signos seguros y fuertes. Si los retos nos asustan, existen esperanzas que alegran nuestros corazones. La vitalidad de las comunidades, su rechazo a morir a causa de la guerra que dura desde 1.990, que parte de Rwanda pasando por Burundi, para enseñorearse en el Congo, la tenacidad de la comunidad cristiana a no restar cualquier signo de vida y esperanza en toda la Región, son motivos que prometen vida y no muerte. Hago mías las constataciones analíticas de nuestros pastores, reunidos recientemente en Kigali en la Asamblea general extraordinaria de la Asociación de las Conferencias Episcopales de África Central (ACEAC):
Hace tres años, cuando nos reunimos en Nairobi en la Asamblea Plenaria de la Asociación de las Conferencias Episcopales de África Central (CEAC), hemos lanzado una llamada apremiante a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad, diciendo: “Sois todos hermanos, detened las guerras” (Mt. 23,8). Este mensaje aunque ha sido difundido ampliamente y haya sido acogido por los fieles cristianos, todavía no ha bloqueado las guerras.
Durante la reunión, el Papa Juan Pablo II, en el mensaje de ánimo enviado al Presidente de la ACEAC, insiste: “Hoy, quiero repetir con vosotros: ¡nunca más la guerra, que destroza los deseos de los pueblos de vivir en la tranquilidad y en el entendimiento fraterno! ¡Se alcen sobre el África de los Grandes Lagos los testigos valientes de una esperanza nueva para toda la Región ¡
S. E. Mons. Robert Sarah, Secretario de la Congregación para la evangelización de los pueblos, afronta también el tema de la esperanza ante nuestra situación de crisis en la homilía pronunciada en la Misa de apertura de nuestras reuniones: “A pesar de la guerra y la violencia absurda, a pesar de las catástrofes, a pesar de las desventuras que nos afligen, nosotros debemos reafirmar juntos nuestra fe en el amor que Dios, nuestro Padre, nos tiene. Dios ama a África”. Y el Presidente de la ACEAC, en la apertura de los trabajos de la reciente Asamblea General de Kigali, de mayo de 2.002, ha caracterizado las circunstancias de la reunión en estos términos: “Nosotros queremos reafirmar delante de todos y cada uno, la evidencia de nuestra misión como Iglesia de Cristo, sacramento y lugar de salvación. Esto es verdad gracias a nuestra fe. Esto es verdad también y afortunadamente, gracias a las llamadas dirigidas desde todas partes. La Iglesia Católica es la institución que mejor que cualquier otra puede hacer que se tome conciencia de la crisis que impera en nuestros países.
V. Nuestro compromiso como cristianos
Estamos aquí reunidos como cristianos, como discípulos de Cristo que desean compartir con todas las naciones la gracia de la salvación. Es el mandamiento que hemos recibido del Resucitado “Id, enseñad a todas las naciones” (Mt. 28,19). A los cristianos de la Región de los Grandes Lagos, Él nos dice explícitamente: todos vosotros, sed mis amigos; todos vuestros ciudadanos, todas vuestras naciones, hacedlos discípulos míos; de todas las realidades de su vida, hechas de la gracia de la salvación que el Amor misericordioso del Padre quiere dar a cada persona.
Nosotros no somos cristianos “genéricos”, sino cristianos especiales – por usar un lenguaje farmacéutico actual – miembros eminentes de la AC. Somos los discípulos más cercanos del Maestro. El Concilio Vaticano II nos describe así “Los laicos, consagrándose cada vez más al apostolado, se agrupan en formas varias de actividades y de asociaciones, que persiguen objetivos propiamente apostólicos en unión particularmente estrecha con la Jerarquía, estas asociaciones constituyen la AC”.
¿Vuestras características? Aquí están suscritas por el mismo Concilio:
a) El fin inmediato de estas organizaciones es el fin apostólico de la Iglesia, esto es, la evangelización y la santificación de los hombres y la formación cristiana de sus conciencias, de manera que impregnen del espíritu evangélico las diferentes comunidades y ambientes.
b) Los laicos colaboran, según su modo propio, con la Jerarquía, llevando su experiencia y asumen su responsabilidad al dirigir estas organizaciones, ponderando las circunstancias en que se debe ejercer la acción pastoral de la Iglesia, y en la elaboración y ejecución de las actividades.
c) Los laicos actúan a modo de cuerpo orgánico, para que se exprese mejor la comunidad eclesial y el apostolado sea más fecundo.
d) Estos laicos, ya sea que se ofrezcan espontáneamente o sean invitados a la acción y a la cooperación directa con el apostolado jerárquico, actúan bajo la superior dirección de la Jerarquía misma, la cual podrá sancionar dicha cooperación mediante un “mandato” explícito.
VI. Una llamada al compromiso
San Pablo, junto a vuestros pastores, os exhorta y solicita vuestro más decidido compromiso: “En cuanto a vosotros, hermanos y hermanas, no os canséis de hacer el bien” (2Ts. 3,13).
Os toca a vosotros hacer a África, y especialmente esta Región de los Grandes Lagos, más cristiana, más católica, o, simplemente, más humana, porque el hombre y la mujer verdaderos no lo son plenamente sino cuando son hijos del Padre, en el Hijo por medio del Espíritu Santo (cf. Mt.28,19).
Sed el manantial inacabable de la Fuerza del Bien.
II Encuentro Continental Africano
SEREIS MIS TESTIGOS EN AFRICA. Realidad, retos y perspectivas para la formación y la misón de los fieles laicos. La aportación de la Acción Católica/2 – Bujumbura, 21-25 de agosto de 2002
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