Fe, justicia y paz. El papel de la Acción Católica Zénon MANIRAKIZA – Investigador en CRID Centro de Investigación, Inculturación y Desarrollo de Burundi
Introducción
Cuando nos pidieron desarrollar este tema, pensamos enseguida en las grandes orientaciones del Sínodo Africano, referidas a la justicia y a la paz (1). Nuestra relación, por tanto, se centrará en el análisis de las realidades actuales, con referencia a las orientaciones del Sínodo.
Será bueno recordar que África en general, y la Región de los Grandes Lagos en particular, se ha convertido en el foco de las laceraciones entre comunidades étnicas y el principal productor de refugiados, marginados y desheredados. El ámbito “Justicia y Paz” está enturbiado por actos inhumanos que intentan más bien convertirlo en terreno de injusticia y guerra.
Esta reflexión va más allá de la simple moralización, ya que los hechos existen y las acciones son bastante tímidas. Después de alguna alusión a las orientaciones del Sínodo, intentaremos descubrir la realidad vivida y sugerir algunas ideas sobre acciones a emprender en la perspectiva de la nueva evangelización.
I. Las grandes orientaciones del Sínodo Africano
Por cuanto concierne a los fundamentos teológicos del compromiso de la Iglesia sobre cuestiones de la justicia y de la paz, el número 51 expone claramente este problema. Los laicos son llamados a vivir las implicaciones del Evangelio. Su testimonio constituye un desafío profético.
1. La idea fuerza de la Iglesia Familia de Dios, excluye todo etnocentrismo y todo individualismo excesivo, favoreciendo la solidaridad y el compartir, predicando la reconciliación y la comunión entre las etnias (nº 63).
2. La dignidad del hombre, creado a imagen de Dios y rescatado por la sangre de Cristo, constituye el fundamento más sólido para el compromiso social de la Iglesia que, por otro lado, debe imitar a Cristo.
Sobre las orientaciones, las directivas y los compromisos para la acción, el número 70, interpelando la conciencia de los Jefes de Estado, abre el capítulo de los compromisos que el Sínodo ha asumido en el ámbito de la justicia y de la paz:
1. La Iglesia de África debe desarrollar su tarea profética y ser voz de los sin voz, denunciando y combatiendo todo lo que humilla y destruye a la persona humana.
2. Las Comisiones “Justicia y Paz” deben ser instituidas a todos los niveles, para que la acción social no se haga improvisando (nº 106). La promoción de los valores de justicia y paz deben formar parte de todo el programa pastoral de toda la comunidad cristiana. (nº 7). La Iglesia tiene el deber y el derecho de participar en la edificación de una sociedad justa y pacífica, con los medios a su disposición: educación, sanidad, concienciación y asistencia social (nº 107).
3. Los laicos están llamados a comprometerse en la vida pública (nº 108) colaborando con otros creyentes (nº 109) a fin de dar respuesta al gran desafío de la buena gestión de las actuaciones públicas en la política y en la economía (nº 110-112). El acontecimiento de un Estado de Derecho tiene este precio (nº 112).
II. La realidad presente
II.1. Puntualización
El Sínodo Africano se ha celebrado después de la explosión de la crisis en Rwanda y Burundi. Las orientaciones, así como las recomendaciones que han surgido, son pertinentes, porque han tenido en cuenta las diversas barbaries que han tenido lugar, particularmente en la Región de los Grandes Lagos, deteriorando así el ámbito “Justicia y Paz”. El Sínodo ha interpelado con fuerza al laicado. Por desgracia, éste está constituido por un pequeño número de fieles consciente de su papel y que están integrados en el seno de la Acción Católica.
En la realidad catequética, la Iglesia no es más que la familia de los bautizados. Las críticas actuales se dirigen más a la estructura jerárquica de la Iglesia que al conjunto de los creyentes.
II.2. La parte de la fe
Se ha manifestado en más de una ocasión una cierta tendencia a descuidar el papel de la fe en la lucha por la paz. Originada por una corriente revisionista que ha atravesado Rwanda y el post-genocidio, esta tendencia ha tocado los actores burundesis con el slogan Kiliziya yarazira kirazira “La Iglesia ha suprimido los tabúes y los obstáculos”.
Los seguidores de esta corriente se pueden clasificar – a mi parecer – entre los culpables que se desconocen y esto constituye un grave error de valoración que limita las responsabilidades de la Iglesia solamente a la Jerarquía. Este error no se explica si no es con la infantilización de que son víctimas los laicos.
Adoptando furtivamente estrategias destinadas a hacer del poder una reserva de caza o a conquistarlo con todos los medios posibles, los gestores de los Estados han intentado siempre eliminar los espacios de la comunión y han creado un terreno favorable a la negación de los valores positivos.
Las Iglesias, católica y protestante, comprenden casi el 80 % de la población de Burundi. Este porcentaje ha sido ampliamente presentado al público durante toda la crisis y no cesa de girar en las memorias para hacer peticiones pertinentes a los pastores sobre la validez de una religión cristiana, que en el momento oportuno se ha revelado ineficaz.
El debate sigue abierto y aparece una cierta síntesis: si, la evangelización, tanto en Burundi como en Rwanda, ha padecido muchos fallos, porque el gran mandamiento del amor no ha tenido suficientes profetas que lo encarnasen en las comunidades. El V mandamiento “no matar”, ha sido violado a pesar de las orientaciones pastorales que, además, habían señalado el período de las campañas electorales. También las estructuras eclesiales han sido golpeadas por las divisiones de carácter étnico.
Sin embargo, lo saben bien los bautizados y sus pastores, que toda barbarie contra la persona humana no se inscribe en la dinámica relacional que debe existir entre Dios y los hombres. Los análisis se han hecho tan severos que se ha insinuado la tesis de la inutilidad de la religión.
II.3. El anuncio profético
Pienso(2) que la religión y la Iglesia no son una cuestión de estructuras jerárquicas. Los pueblos todavía están lejos de la comprensión de lo esencial en materia de fe. Pero no hay necesidad de eruditos ni de milagros para creer. Necesitamos una predicación profética y acciones concretas que vayan más allá de la simple moralización de las realidades sociales. La predicación también es obra de todos los bautizados que actúan en seno a las instituciones políticas y económicas del país, ya que son miembros de la Iglesia – Familia.
El mensaje evangélico quedará sin efecto si no transforma desde dentro a los hombres y mujeres del mundo secular, los mismos que se han enfrentado a los desafíos ligados a la gestión de los distintos aspectos de la vida.
Pongo un ejemplo: Burundi está en plena experimentación de la aplicación del Acuerdo de Arusha para la paz y la reconciliación. Más allá de las reformas previstas, más allá de las ventajas materiales que se esperan ¿la persona humana es el centro del debate? La paz buscada puede convertirse en polisemántica – es decir, con varios significados – ya que unos la entienden como simple cese de las hostilidades, otros, como tranquilidad macrosocial que no se refleja en la realidad que vive la comunidad.
A pesar de todas las omisiones que se pueden imputar al proceso en curso, estamos en el buen camino, lo que privilegia el diálogo y la concertación. Solo que el debate debe centrarse, para no circunscribir toda la atención en las superestructuras del Estado. Una acción a nivel nacional debería dirigirse hacia la masa silenciosa que se deteriora en una miseria indecible. Se debe mirar las injusticias para librar la verdad, levantar la tapadera del silencio, para dirigir toda la atención hacia la vida de los excluidos, de los marginados, de los pobres y de los sin voz.
III. Centrar el debate y la acción
Todos saben que el Creador se ha preocupado de la persona humana, hasta hacerlo a su imagen. Reflexionando sobre algunos pasajes de la Biblia, constato hasta qué punto Dios se ha preocupado de la persona humana salvándola del diluvio, perdonándole tantas ofensas, como si hubiera algo especial que salvar en esta criatura.
Con el Nuevo Testamento, se cumple la nueva alianza: Dios se hace hombre para habitar entre nosotros, compartir la condición humana y transformar desde dentro la humanidad entera. Jesucristo es Dios hecho hombre.
El mensaje de la justicia y de la paz se refleja en cada pasaje del Evangelio y constituye la referencia fundamental para quien quiera evitar caer en la irracionalidad. La persona humana queda en el centro de todas las preocupaciones. No solo está prohibido insultarla, sino, más aún, está prohibido intentar el homicidio. Porque la persona humana encierra al mismo tiempo divinidad y humanidad. Está dotada de una conciencia que guía sus acciones. Tiene libertad para escoger entre el bien y el mal. Cuando las conciencias se deforman a causa de los acontecimientos históricos, sociológicos o psicológicos, la persona humana puede perderse y desechar lo divino que la inhabita para despertar el animal que duerme en ella.
En este caso, la importancia de la religión reside en el hecho que participa en la reeducación de la conciencia, para conducir a la conversión y restablecer en la persona humana su relación con Dios.
La insistencia en la persona humana es de capital importancia para cualquier acción de edificación de la paz, y si falta, no tendrá otra finalidad que la destrucción de la humanidad. El mensaje evangélico insiste en la conversión de los corazones, porque “el corazón del hombre es un abismo de donde salen esquemas de inusitada ferocidad, capaces de destrozar en un momento la vida serena y laboriosa de un pueblo”. (3)
Es en el corazón de la relación horizontal donde el mensaje evangélico insiste para significar que la persona humana es “imagen de Dios”, valor supremo de la creación. Merece respeto y dignidad. Las ofrendas de cualquier naturaleza, la oración, las celebraciones litúrgicas son necesarias, porque expresan el respeto que las personas deben a su Creador (relación vertical). No tienen sentido o se convierten en inútiles, en el momento en que la relación horizontal está enturbiada por el odio, por la injusticia, la intolerancia y el desprecio. No tienen sentido cuando se mezcla la violencia que busca la eliminación física de la persona humana, que ha sido creada a imagen de Dios. Los asesinatos, las masacres, los genocidios, son actos de deicidio.
Todavía se puede elaborar este esquema de la “relación perfecta” y volver a ciertos versículos bíblicos y también coránicos que sean la indispensable correlación entre el Reino de Dios (de justicia y de paz) y la reconciliación (relación horizontal). Necesitamos profetas entre los laicos, para volver a centrar el debate y la acción sobre la persona humana y sobre la relación vertical.
IV. Pistas para la acción
– Dado que los políticos, en nuestra región, son cristianos, bautizados en el nombre de Jesucristo y que la gestión del Estado depende en gran medida de sus opciones, la Acción Católica puede dirigirse a ellos para interpelarlos y formarlos. De este modo podrán poner a la persona humana en el centro de sus preocupaciones y permitir la implantación de una verdadera cultura de la justicia y de la paz.
– En este sentido, los Movimientos de Acción Católica serían eficaces si se beneficiaran de un suficiente apoyo pastoral y financiero, que les permita formar a sus miembros, convertidos en responsables de la gestión de los asuntos de Estado.
-El apoyo pastoral podría consistir, por ejemplo, en la formación de los laicos y en la difusión de los documentos esenciales, que puedan permitir acciones concertadas y encuadradas en un plano pastoral. El apoyo financiero permitiría realizar acciones concretas en el marco de reinserción de los desheredados, de las ayudas a los indigentes y de la reintegración de los excluidos.
-En los países donde el proceso democrático tiende a relanzarse, el papel del laicado sería el de participar en los procesos en marcha, actuando desde el interior y contando con los inputs de los ancianos que operan en los ámbitos de decisión. Actividad de sensibilización en vistas a la constitución de un Estado de Derecho, podrían beneficiarse del apoyo de las Iglesias locales y de la comunidad internacional, con la intervención de la Acción Católica.
Note
1 NGOYAGOYE E.: Présentation des problémes de justice et de paix vus par le synode, in au coeur de l’Afrique, n. 4, 1995 pp 112-115
2 MANIRAKIZA Z.: Le front de la paix, transformer les drames en opportunités, in Au coeur de l’Afrique, Numéro spécial 2001,pp. 149-185
3 Juan Pablo II: “Un día negro en la historia de la humanidad” Osservatore Romano, 13 sept.2001
II Encuentro Continental Africano
SEREIS MIS TESTIGOS EN AFRICA. Realidad, retos y perspectivas para la formación y la misón de los fieles laicos. La aportación de la Acción Católica/2 – Bujumbura, 21-25 de agosto de 2002
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