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La aportación del laico a la nueva Evangelización en Africa

Mons. Peter KIHARA – Obispo de Muranga

“Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo” (Mt 5, 13-16)
“El vino nuevo hay que ponerlo en odres nuevos” (Lc 5, 38)

Quridos hermanos y hermanas en Cristo: Cristo, venga a nosotros tu Reino!
Para compartir con vosotros este tema, he hallado inspiración en estos pasajes de la Escritura. Aunque Jesús las dijo a los doce apóstoles, están dirigidas a todos los que creen en Él y lo siguen después del acontecimiento de Pentecostés. Fue entonces cuando Él extendió el mandato misionero no solo a los apóstoles, sino a todos los que en adelante creerían en Él. Desde entonces su mandato continúa: Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas…enseñándoles a observar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19).
Tantas y tantas veces, el tema de la “nueva evangelización” resuena en nuestros oídos en los discursos del Santo Padre durante sus diversos viajes y sus encíclicas pastorales. A pesar de su estado de salud y la edad avanzada, no ha dudado en recordarnos que los tiempos y el orden social mundial han cambiado. Él continua, por tanto, a recomendar nuevos métodos pastorales que respondan a las necesidades actuales de modo más adecuado. Las mayores provocaciones se encuentran en el ámbito directo del laico. Ya que la semilla parece más “abundante que nunca”, la aportación inmediata del laico sería la de dar las respuestas que se esperan y ser testigos del Evangelio de modo más adecuado con respecto al ministerio ordenado.(cf. Mt 9, 37-38).
Durante muchos siglos, la Iglesia ha concentrado su atención en la formación del clero y de los religiosos, dándoles justamente su papel en el campo de la evangelización, gracias a su aportación en la guía e inspiración del orden en el mundo a la luz del Evangelio. Pero nos estamos dando cuenta, más que antes, que hay fuerzas contrarias a esta luz y su orientación. Los ministros de la Iglesia y su misión, han sido rechazados y excluidos de los centros de decisión. Esto determina un nuevo orden mundial y de las civilizaciones en los que su progreso no se basa en el Evangelio y no se dirige a la promoción integral de la persona humana. Algunos son engaños patentes dirigidos a la ganancia material, otros al placer breve, a la búsqueda de la libertad ilimitada y al poder más allá de la voluntad del Creador. Este es el lugar y el área de la aportación del laico a través del testimonio de su vida. 
En tales situaciones sociales, políticas y económicas, cuyas consecuencias vemos y padecemos cotidianamente, nos preguntamos ¿cómo puede responder la Iglesia a estas demandas provocadoras? ¿quizá “la luz ha sido sofocada por las tinieblas”? O más aún ¿”la sal ha perdido su sabor y se ha vuelto insípida”? Ya que la fuerza actualmente dominante ha apartado la atención a Dios como meta final de la ciencia y la tecnología, del que el fin último es el hombre, el solo testimonio de vida solicitada y adecuada es el del laico católico comprometido. Jesús continua subrayando que nosotros somos “la sal de la tierra”. La sal tiene el poder de conservar, purificar y dar sabor. Por eso llamándonos “sal de la tierra” Jesús quiere que preservemos la belleza y la dignidad humanas, que la purifiquemos y aliviemos las dolorosas heridas y las amarguras causadas por el odio y por la guerra, que restauremos las relaciones y les infundamos el necesario sabor por la vida. Esto, no obstante todos los desafíos que causan desesperación, que velan la imagen y la semejanza de dios en el hombre, que debería tener prioridad. Los retos que tenemos de cara a este nuevo milenio, piden la aportación directa de un laico según el Concilio Vaticano II “La Iglesia en el mundo contemporáneo” (GS 43).

¿Cómo pueden contribuir los laicos a la Nueva Evangelización?
Participando plenamente en el campo de la formación en la evangelización en las distintas áreas del Magisterio Social de la Iglesia. Esto significa dar más importancia a la Formación Espiritual de los laicos para testificar los valores del Evangelio en su ámbito de trabajo y de vida. Esto los iluminará y los hará más capaces de desempeñar con mayor fidelidad el papel que les corresponde en la evangelización. Ha habido un desplazamiento tal de las necesidades en el campo apostólico, que los métodos pastorales tradicionales parecen fuera de lugar. El Concilio Vaticano II ha pedido, durante casi cuarenta años, una puesta al día, y la respuesta ha sido lenta. Pero contando con una fe profunda, en el amor y en la voluntad de comprometerse todavía más en el apostolado, los laicos advierten que el Tercer Milenio es una gran ocasión para “ser sal y luz del mundo”, como están llamados a ser. Toda tardanza hará que nos desborden los acontecimientos ¡si no estamos ya desbordados! Bien formados e informados sobre la misión, los laicos ofrecerán lo que el nuevo orden mundial y social pide para estar inspirado en el Evangelio. (cf GS 42: Propio de esta misión religiosa, surgen compromisos de luz y de fuerza, que pueden contribuir a construir y consolidar la comunidad de los hombres según la ley divina”).
¿Qué más pueden hacer para acelerar la misión de la Nueva Evangelización? Como dice el Santo Padre… “Frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo, no existe una fórmula mágica. No, no nos salvará una fórmula, sino una Persona y la certeza que nos infunde: Yo estoy con vosotros”.
Por tanto la fórmula es Cristo, que nosotros hemos conocido y en quien hemos creído. Amándole e imitándole, viviremos “la vida trinitaria y transformaremos con Él la historia hasta su cumplimiento en la Jerusalen celeste… Es un programa que no cambia con el cambiar de los tiempos y de las culturas… Este programa de siempre es el nuestro para el Tercer Milenio” (cf NMI 29).

¿Qué espiritualidad es necesaria para la Nueva Evangelización en el Tercer Milenio?
La que repropone los valores del Evangelio dándoles un lugar preeminente en la persona, en la familia y en la sociedad. Como en la Iglesia primitiva, cuando estos valores se acogieron como fuerza dominante, nuevas vías se abrirán y el Señor Resucitado nos guiará en el camino como ha hecho durante dos mil años.
Las características de la Espiritualidad que pienso son importantes para poder contribuir a la Nueva Evangelización y dar respuesta adecuada a las necesidades de hoy son las siguientes:

I. Búsqueda de la santidad
Este ha sido el primer objetivo de Jesús al inicio de su ministerio público: “Sed santos porque Santo es vuestro Padre que está en el cielo”, y que se puede alcanzar con el arrepentimiento de los pecados (Mc 1, 15). Esta llamada dirigida a cada persona, familia y comunidad, demanda una respuesta personal. Es una invitación que presupone un modo nuevo de vivir y hacer apostolado hoy (cf Christifideles laici 17). Significa que debemos intensificar el lema de nuestra Acción Católica “Oración, acción y sacrificio” y vivir el Evangelio en acción, o convertirse en Evangelio vivido. Un nuevo inicio con la ayuda del Espíritu Santo, como la primera comunidad cristiana, cuyo testimonio de vida atraía a muchos, día tras día: “Mientras, el Señor cada día añadía a la comunidad a los que se salvaban” (Hc 2, 47b).
El compromiso del laico por la santidad de vida y por la acción en el campo social, político y pastoral es irrenunciable y da una gran aportación a la nueva evangelización.

II. Oración
Es imposible conseguir la santidad con la sola fuerza y voluntad humanas, y como los discípulos pedían a su Maestro que les enseñara a orar, también nosotros debemos aprender (Lc 11, 1) ya que la plegaria es nuestro compromiso cotidiano, a través del que ofrecemos a Dios el mundo y sus necesidades. Debemos aprender también a convertirnos en amigos cada vez más íntimos de Jesús, para que nos conceda lo que le pedimos. Él dijo a sus discípulos “Permaneced en mí y yo en vosotros” (Jn 15, 4). Cuánto más íntima y profunda sea nuestra comunión con Jesús, tanto más conforme a Cristo será nuestra caridad para acercarnos a los demás y transformarlos como en el Evangelio. Cuanto más cerca estemos de Dios con la oración, tanto más cerca estaremos de nuestros hermanos, ofreciéndoles la compasión de Jesús transmitida en esta comunión. Por eso, cuánto más verticalmente subimos hacia Dios en la plegaria, tanto más horizontalmente llegaremos a los otros. La oración, por tanto, inspira la acción que consigue hacerla un sacrificio viviente ofrecido a Dios con amor. Así viviremos en plenitud el lema de la Acción Católica, fuerza potente para remover las montañas que nos desafían en nuestra vida personal y comunitaria: “En verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo concederá” (Jn 16, 23).

III. Bajo la guía del Espíritu
Para podernos aventurar en el vasto mar de la llamada al apostolado en este nuevo milenio, debemos confiarnos a la guía del Espíritu Santo. Es el principal agente de la evangelización también hoy, porque Jesús dijo “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará en la verdad, porque no hablará por él, sino que dirá todo lo que ha oído y os anunciará las cosas futuras” (Jn 16, 13). Por eso si nos comprometemos a dejarnos modelar por este Don del Padre, seremos capaces de reflejar el rostro de Cristo y mirar la rica mies con sus ojos llenos de compasión. Estoy convencido que no os quedaréis indiferentes, sino que responderemos a las necesidades como Jesús. Él nos dará la gracia de la fortaleza y del discernimiento, para salir valientemente de nosotros mismos, como los apóstoles del Cenáculo. El Santo Padre concluye que “El Espíritu nos empuja hoy a partir apoyados en la esperanza que no nos deja (Rm 5, 5)(NMI 58). Tenemos verdadera necesidad de los ojos de Cristo y de su corazón generoso para ser sus instrumentos y continuar su misión. Como dice el himno: “Abba, Abba, Padre, tu eres el alfarero, nosotros la arcilla.
Modélanos según la imagen de Jesús, tu Hijo”.

IV. Vivir el Misterio de Cristo, el Enviado
Si podemos continuar a contribuir a la nueva evangelización en la nueva situación, debemos comprender que si bien es siempre nueva, queda la Única Misión del Padre, que ha enviado a su Hijo Jesús. El Espíritu Santo continua guiando a los apóstoles y a la Iglesia en todo tiempo por lo que, como agentes de la evangelización, permanecen fieles a su Maestro que les aseguró: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). También nosotros debemos saber que Él nos envía a su viña como el Padre lo envió. Esto significa que la misión de evangelizar es del Padre, pero encomendada al Hijo “He venido no para hacer mi voluntad, sino la de mi Padre”. Esta profunda comprensión del misterio de la salvación, debe convertirse en un elemento más de nuestra vida espiritual, tanto como para ser capaces de vivir y cumplir nuestro papel fielmente como misión de Jesús.
Debemos cultivar el espíritu del discípulo – el que es enviado – que es hacer como le ha enseñado su Maestro. Un espíritu de obediencia amorosa debe caracterizar nuestra vida y nuestro trabajo a imitación de Cristo, de quien el Apóstol Pablo ha escrito: “Jesús, aún siendo de naturaleza divina, se despojó de la misma, asumiendo la condición de esclavo… haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz” (Fil. 2, 5-8). Si efectivamente debemos contribuir a la misión de la nueva evangelización, necesitamos este espíritu de fidelidad hasta el fin. Esto debe enseñarnos que la Misión pertenece siempre al Padre, que ha designado al Hijo y que hoy nosotros, apóstoles, somos solo “siervos” agradecidos de participar. ¡Que gracia hallarnos dignos de tal causa! Por eso pongamos atención a su llamada: “Este es mi mandamiento, que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn. 15, 12). En esta nueva era Jesús se dirige a nosotros como a sus discípulos “Echad la red por la derecha de la barca y hallaréis”. (Jn. 21, 6-8). 
El Señor Jesús renueve nuestro entusiasmo enviándonos el don del Espíritu Santo bajo la guís materna y la protección de la beata Virgen María. Bendiga nuestros Movimientos de Acción Católica y a todos sus miembros y los mantenga fieles a la misión de llevar a todos la salvación que nos ha traído.


II Encuentro Continental Africano
SEREIS MIS TESTIGOS EN AFRICA. Realidad, retos y perspectivas para la formación y la misón de los fieles laicos. La aportación de la Acción Católica/2 – Bujumbura, 21-25 de agosto de 2002

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