Atravesamos tiempos difíciles pero cargados de esperanza, como solía decirnos el querido Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio. Difíciles por la incapacidad de tolerar nuestras diferencias y difíciles también, porque hemos perdido la capacidad de analizar con veracidad datos, hechos, propuestas. 

Las decisiones políticas se toman mirando desde la ventana de los despachos para ver y medir la opinión pública presente en la calle, se acude a las redes para verificar likes o corazones que señalen cuantos seguidores acumulan los pobres argumentos que sustentan una idea. 

Los “expertos” han pasado a ser personas que admiramos por sus dotes actorales, merecedora de aplausos en los teatros o en el cine, descalificando la palabra de más de un académico y hasta hemos asistido a un discurso en favor del aborto legal, en la misma Cámara de Diputados, que resultó ser una historia armada con relatos pesudo reales, pero presentados en primera persona, apelando a un golpe al corazón. 

La perplejidad aparece, entonces, como una de las claves de este tiempo de debate acerca de la Vida que nos obliga a no mirar hacia otro lado o a escondernos en la comodidad de que a nosotros nada nos va a hacer cambiar de opinión. Seguir leyendo