COLOMBIA: Donde no hay bala hay baile… Sandro Calvani
Muchas gracias Sandro, por esta valiosa reflexión, en favor de la paz, en un acontecimiento histórico.
Un fuerte abrazo – Emilio Inzaurraga
Colombia haga fiesta.
“Donde no hay bala hay baile…” Así enseña un conocido dicho colombiano. Lo aprendí a principios de los años 2000 en los primeros días del servicio diplomático de las Naciones Unidas en Colombia. A enseñar el significado profundo de esa regla esencial de la vida común era el Ministro de Justicia de entonces, tratando de responder a mi pregunta acerca de cómo puede haber tanta difundida felicidad en un país afectado por el conflicto más grave y más largo jamás visto en las Américas.
El caso del conflicto colombiano es de hecho un mal récord mundial de violencia prolongada durante casi sesenta años. Más de 220.000 personas murieron en el conflicto desde 1958, y se cuentan más de seis millones de víctimas de crímenes de guerra, si se suman todos aquellos que han perdido sus casas, tierra, trabajo o lugar de residencia, desplazados y discapacitados por las minas y otros explosivos, mujeres y niños violados, secuestrados, amenazados y víctimas del terrorismo o de la tortura perpetradas de parte de todas las facciones. Los principales culpables fueron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la forma más brutal del terrorismo prevalente en América Latina, la extrema derecha armada de las Autodefensas Unidas, hasta las diversas milicias legales e ilegales, incluyendo varias violaciones de los derechos humanos por parte de la fuerza pública como el ejército y la policía. Y al mismo tiempo, la gran esperanza y la resistencia del maravilloso pueblo colombiano hacen de los colombianos las personas más felices del mundo, como lo confirma la encuesta anual de la Win / Gallup, que declaró Colombia el país más feliz del mundo en 2016.
Durante mis años de servicio en Colombia hasta 2007, mi trabajo para las Naciones Unidas me ha llevado a todas las periferias del país donde he podido conocer de primera mano los resultados de décadas de desigualdad económica masiva, increíble en los tiempos modernos, de una grave ausencia del Estado y de la justicia. En mis treinta cinco años de trabajo en las partes más sangrientas del mundo de nuestro tiempo, Colombia fue el único país en el que me pasó de recoger los cadáveres de jóvenes colegas asesinados con una ametralladora AK47. La muerte de cada inocente es siempre una mala experiencia a la cual, desgraciadamente, las noticias nos han acostumbrado; pero cuando le pasa a alguien muy cercano, junto con los que se trabajó hasta unos minutos antes, las barreras de resistencia psicológicas aprendidas por la experiencia o formación en el manejo de conflictos se disuelven en dos minutos, dejando un profundo estado de desesperación. Más de seis millones de víctimas inocentes del conflicto interno de Colombia han hecho que cada una de la familias de cuarenta seis millones de ciudadanos tuvo que contar con al menos una persona gravemente afectada por el conflicto.
Pero todos los colombianos ahora están de acuerdo en que “toda bala es perdida”, como canta César López, el inventor de la escopetarra, la ametralladora AK-47 que, cortando el barril, se convirtió en guitarra y sólo puede producir música de paz.
A cada noticia de un muerto asesinado por cualquiera de las partes siempre he respondido obstinadamente con un mensaje escrito o personal a las autoridades o los ciudadanos para recordarles que se pueden llevar a cabo más y más terroristas y se pued ganar a los criminales; pero la paz verdadera y duradera sólo puede lograrse mediante la educación y una nueva responsabilidad del Estado y de la ciudadanía en apoyo a la justicia. El Presidente Juan Manuel Santos, entonces Ministro de Defensa, siempre me ha confirmado de estar de acuerdo conmigo. Cuando lo reencontré hace unos meses en las Naciones Unidas en Nueva York, me dijo que su país estaba a punto de ganar la paz.
Hoy Colombia firmó un acuerdo histórico, ganan la paz y la felicidad para siempre deponiendo sus armas.
Haga fiesta Colombia, que realmente la has merecido!
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- Sandro Calvani
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