• Breve comentario de Luisa Alfarano y Michele Tridente
Responsables de la Coordinación de Jóvenes FIAC (video IT)

• Comentario de Mons. Eduardo Garcia
obispo de San Justo, Asesor General ACA y del FIAC

Si nos dejamos contagiar por el ejemplo de María, viviremos de manera concreta la caridad que nos urge a amar a Dios más allá de todo y de nosotros mismos, a amar a las personas con quienes compartimos la vida diaria. Y también podremos amar a quien nos resulta poco simpático. Es un amor que se convierte en servicio y dedicación, especialmente hacia los más débiles y pobres, que transforma nuestros rostros y nos llena de alegría. (4. Mensaje del Papa Francisco para la JMJ 2018).

María es la gran figura del Adviento para la Iglesia. María, no permanece quieta frente a la gracia recibida, no puede gritarla con palabras, debe hacer silencio, pero esta alegría se hace gesto expresivo. Al no poder contener tanto gozo, se puso en camino rápidamente a la montaña, a un pueblo de Judá va al encuentro de Isabel que también ha sido objeto del amor misericordioso de Dios que ha querido valerse de la pequeñez y fragilidad de dos mujeres movidas por el mismo Espíritu y unidas en la acción salvadora de Dios. En el evangelio de la Visitación queda de manifiesto que cuando aceptamos que la gracia obre en nosotros se hace disponibilidad, entrega y servicio por los demás.

María no mide riesgos ni consecuencias, recorre distancias y va a pasar unos meses con ella. No es egoísta. No se encierra en sí misma a rumiar egoístamente su alegría.

Es exactamente la actitud que tendrá Cristo, que viene a entregarse por los demás. Es también la actitud que se espera de un cristiano y de la comunidad entera: que crezca en su fe de cara a Cristo, y que esta fe se traduzca en una entrega por los más necesitados de nuestra ayuda. Precisamente porque Ella y nosotros hemos experimentado la cercanía y el cariño de Dios.

El Mesías está ya en su seno y ella es la “evangelizadora”, la portadora de la buena noticia de la salvación, portadora del gozo de Dios. Como ella, nuestro camino a la Navidad será salir al encuentro de nuestros hermanos para compartir el gozo de la salvación traída por el Señor.

Cada uno de nosotros es invitado a vivir intensamente esta misión de servicio y de anuncio de Jesucristo “acompañando y ayudando a vivir”. El que cree en la encarnación de un Dios que ha querido compartir nuestra vida y acompañarnos en nuestra indigencia, se siente llamado a vivir de otra manera.

No se trata de hacer «cosas grandes». Quizás sencillamente ofrecer nuestra amistad a ese vecino hundido en la soledad y la desconfianza o la depresión, estar cerca de ese joven que sufre incertidumbre frente al futuro, tener paciencia con ese anciano que busca ser escuchado por alguien, estar junto a esos padres que tienen a su hijo en la cárcel, alegrar el rostro de ese niño solitario marcado por la ausencia de sus padres.

•  Recemos el Santo Rosario, por las intenciones del  Papa Francisco